¡Supérate!

Alexander Sutherland Neill


Nació en Forfar, 1883
Murió en Aldeburgh, 23 Septiembre 1973

Pedagogo británico, fundador de la escuela Summerhill. Inspirado en las ideas de Freud y Wilhelm Reich, postuló una pedagogía libertaria. Sus ideas se divulgaron gracias a su obra Summerhill, un punto de vista radical sobre la educación de los niños (1960). También fue autor de Hijos en libertad (1953) y Libertad, no libertinaje (1966).

Posiblemente considerado el más controvertido representante de la pedagogía antiautoritaria, la actividad educadora de Alexander S. Neill recibió la influencia de Sigmund Freud, del pensamiento libertario y de Jean-Jacques Rousseau, a quien admiraba profundamente. Neill sostuvo la idea roussoniana de la bondad natural de los niños, los cuales, enfrentados a su libertad, redescubren la sabiduría de la humanidad. Pero esa libertad no es absoluta, no es anarquía; el niño, sin límites, estaría en peligro. Por ello, la responsabilidad del maestro no es la de un modelo a seguir, sino la de un guía y un asesor comprometido con no caer en la sumisión al deseo de los niños. En el plano escolar, los niños han de trabajan según sus necesidades y respondiendo a su espontaneidad, sin cursos obligatorios ni medidas restrictivas en sus elecciones académicas, y sin objetivos exteriores que frenen su autonomía.

Hijo de un maestro de escuela, se licenció en la Universidad de Edimburgo en 1912. Trabajó en el mundo editorial y en el periodístico antes de convertirse en el director de la escuela de Gretna Green (Escocia) en 1914. Estas primeras experiencias docentes, que él mismo recreó en la novela autobiográfica A Dominie's Log (1915), lo marcaron de un modo tal que acabaría siendo el promotor de una corriente pedagógica basada en el psicoanálisis y opuesta al sistema represivo de la época. Según esta tendencia, el niño es bueno por naturaleza, y, dejándolo actuar libremente, puede llegar a desarrollarse de una manera tan completa como sus propias capacidades se lo permitan. Por esa razón es preciso suprimir toda clase de autoritarismo, jerarquía y disciplina en el colegio.

En 1921 se contó entre los fundadores de una escuela internacional en las cercanías de Dresden (Alemania), que tres años más tarde fue trasladada a Sonntagberg (Austria) y que, al cabo de poco tiempo, tuvo que cerrar debido a su currículum fuera de lo común y sus poco convencionales métodos pedagógicos. Alexander Neill volvió a ponerla en marcha con el nombre de Summerhill en 1924, primero en Lyme Regis (Dorset, Inglaterra), y a partir de 1927 en Leiston (Suffolk, Inglaterra). El centro, posteriormente clausurado por el gobierno inglés, debió su fama mundial a la supresión radical de toda disciplina (aspecto vinculado a la corriente antiautoritaria alemana representada por Wilhelm Reich), a su modo de autogobierno fundado en la autorregulación de los alumnos, y a su flexible currículum que pone el acento en la propia motivación del niño por aprender.

Estas actitudes permisivas hacia la disciplina académica acarrearon numerosas críticas al autor, que resumió su método educativo en el libro Summerhill, un punto de vista radical sobre la educación de los niños (1960), ensayo que tuvo mayor influencia en Estados Unidos y en la Alemania Federal que en Gran Bretaña, y que dio pie a debates en los que se discutían alternativas a la educación convencional. Sus propuestas pedagógicas acabaron por ser adaptadas a diversos sistemas educativos del Reino Unido y de los países escandinavos.

Summerhill, un punto de vista radical sobre la educación de los niños es un informe acerca de aquella experiencia educativa antiautoritaria que llevó a cabo. Con este texto, Alexander Neill pretende demostrar que un método fundado en la libertad y en la autodeterminación puede tener éxito. Se opone, por lo tanto, a la praxis educativa de la familia autoritaria que se sirve de la represión de la sexualidad y de continuadas manipulaciones de las necesidades infantiles con el fin de crear individuos sometidos y conservadores.

En contra de este estilo educativo, Neill, convencido de la bondad natural del niño, propone en esta obra una educación que tenga en cuenta su deseo de felicidad y esté en condiciones de adaptarse a sus necesidades psicológicas. Ante todo, es necesario aceptar sin prejuicios morales el egocentrismo del niño pequeño, que de mayor sólo logrará ser altruista si la educación le reconoce el derecho a satisfacer independientemente sus necesidades, desde las naturales más elementales hasta las emotivas e intelectuales.

Para esta praxis educativa no autoritaria es primordial el concepto de autorregulación, y el "derecho del niño a vivir libremente sin estar sujeto a la autoridad externa, tanto en la esfera psíquica como en la somática", dentro de un clima de aceptación y aprobación. Este tipo de libertad no debe confundirse con la licencia, ni debe dar motivo a que el adulto adopte una actitud de dependencia y pasividad en relación con el niño, sino todo lo contrario; el estilo "laissez faire", en el que el niño es abandonado a sí mismo, tiene como resultado una agresividad desenfrenada. La libertad implica, por el contrario, el respeto recíproco entre las personas y la igualdad de derechos entre adultos y niños. Para que un experimento educativo que se sirva de semejante método pueda tener éxito es necesario que se lleve a cabo, incluso espacialmente, lejos de la sociedad represiva y autoritaria; por eso eligió Neill como sede de su comunidad infantil un pequeño pueblo del campo inglés.

Por mucho que su intento fuera criticado porque, como observa M. Seifert, excluyó voluntariamente "a la sociedad burguesa y sus problemas", lo que significa que no puso a los niños en contacto directo con las contradicciones de dicha sociedad, Summerhill representa una de las experiencias más completas de educación antiautoritaria; tanto es así que algunos de sus mismos críticos, como los teóricos de las comunas infantiles surgidas en Alemania alrededor de 1968, la citan constantemente.

Summerhill

Neill abrió su primera escuela en 1922 en el curso de un periplo que realizó por Europa; pero sólo en 1924 fundó Summerhill, cerca de Leiston en Inglaterra. La pequeña escuela se mantuvo inalterable durante decenios. Valiéndose de unas veinte obras y numerosos artículos, Neil hizo la relación de las labores cotidianas de la escuela sin perder jamás la ocasión de suscitar la polémica y de esbozar continuamente la imagen de un espacio en que el adulto no ha impuesto su ley, espacio hecho para el juego y donde reina el más perfecto desorden.

“La escuela es víctima de los estragos que causan los niños” –concede Neill–, “el deterioro de los objetos... sigue un proceso natural... y si un niño necesita un pedazo de metal, tomará uno de mis costosos utensilios si es del tamaño que le hace falta” (1970, pág. 13, 34, 130)*. Los periodistas bautizan a Summerhill la escuela “donde cada cual hace lo que se le antoja” (Hemmings, 1981, pág. 210). Muchos son los visitantes que han descubierto allí, en efecto, “un universo kafkiano con casas estropeadas y sucias, a veces con muestras de vandalismo” (Vallotton, 1976, pág. 9). Aun así, la escuela, con sus edificios de madera, su gran parque y sus árboles, resulta, sobre todo en el verano, un lugar sumamente agradable, una verdadera escuela en el campo como podría haberla soñado Ferrière a principios de siglo.

Pero en esta escuela los cursos son facultativos. De hecho, los niños, si lo desean pueden jugar todo el día o realizar actividades manuales en el taller. la noche se dedica a la danza, el teatro, a las fiestas. Si no temiera la clausura de la escuela por las autoridades, de seguro Neill no pondría ninguna traba a la sexualidad.

Los viernes por la noche se celebra la asamblea general Durante esta reunión, presidida por un alumno elegido, los niños exponen sus problemas, los discuten y elaboran sus leyes, y en esta asamblea la voz de Neill, como la de los demás adultos, no tiene más peso que la de cualquier alumno. Este es, según Neill, el secreto del éxito de una técnica pedagógica aprendida en contacto con Homer Lane.

La originalidad, la provocación y el éxito de las obras del fundador no siempre protegieron a la escuela contra el riesgo de la clausura. Después de la Segunda Guerra Mundial, el número de alumnos disminuyó peligrosamente y para salvar la escuela fue necesario fundar la Summerhill Society. En realidad, el gobierno nunca aceptó de buen grado la institución. Cuando revocó su decisión de cerrar la escuela, algunos, como observa Hemmings, consideraron que “ello no era un señal de reconocimiento, sino de atención a una reliquia” (Hemmings, 1972, pág. 241). Sin embargo, algunos años después esa misma reliquia resultó demasiado pequeña para acoger a todos los alumnos y visitantes.